Jesús Ramírez recibió de pleno el impacto de las dos bombas de El Pozo. "Me ingresaron en la UVI hecho un cuadro: quemaduras en más de la mitad del cuerpo, rotura de omoplato, me estallaron los tímpanos. Mi hija, que tiene 21 años, se mareó nada más verme".
Recuerda esos instantes de un modo sorprendente: "En el momento en que oí el ruido de la primera bomba me creí que el que había explotado era yo. Es curioso cómo actuá el cerebro". Gracias a las sesiones con su psicólogo, Jesús está recordando cosas muy duras que su mente tenía escondidas. "Te queda la idea de cuántas cosas se guardan en tu cerebro, y eso te angustia. Hace dos semanas he recuperado una imagen, la de una persona que estaba allí y decidía a quiénes podía ayudar y a quiénes no, quiénes podían esperar momentáneamente por otros. Estaba decidiendo entre la vida y la muerte".
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Jesús no ha vuelto a su trabajo en el Ministerio de Industria. "Estoy pendiente de la resolución del último tribunal médico para ver si me conceden la incapacidad total o la absoluta". Los 3.000 euros que ha recibido de indemnización los va a utilizar para seguir pagándose un psicólogo privado, porque en su mutua ya han dado orden de cortar el tratamiento. De su familia no tiene ninguna queja, aunque sabe que es difícil convivir con él.
Tras dos años de los atentados, reconoce que las heridas continúan ahí: "Noto el miedo, la angustia, la inseguridad. Y también se me ha quedado, no una manía, sino una incapacidad de entender el mundo árabe. Es irracional, intento superarlo, pero no es fácil".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 11 de marzo de 2006