Al entrar al concierto, le daban a uno una tarjeta a devolver tras el mismo, solicitando su opinión sobre el espectáculo. "¿Cuál ha sido su momento preferido?". El aficionado al jazz no está acostumbrado a estas cosas. Lo normal es que uno vaya y, si le gusta lo que escucha, mejor, y si no, es su problema: un músico de jazz que se precie tiene su mejor -a menudo, el único- oyente en sí mismo. No Avishai Cohen. El israelita, que presentaba nuevo disco, Continuo, mima a su público, y hace bien. Posiblemente por eso está donde está. Es un fenómeno de contrabajista, efectista, cuando hay que serlo, y riguroso, cuando no. Una máquina de alta precisión, tan ágil, fiable y robusto como lo fuera el gran Niels-Henning Orsted Pedersen, y como no lo son la mayoría de sus colegas de instrumento.
Avishai Cohen Trío
Avishai Cohen, contrabajo; Sam Barsh, piano; Mark Guiliana, batería. 9 de marzo. Colegio Mayor San Juan Evangelista, Madrid.
Su música es de ningún sitio y de todos, una suerte de pandemonio sonoro con las raíces ancladas en el Medio Oriente y ramificaciones que conducen hacia Federico Mompou y el arte jondo, entre otros. Su virtud mayor es la de atrapar al oyente a la primera escucha, incluso al que el jazz ni le va ni le viene. Aun cuando toca una balada, el interés no decae. Lo visto en el San Juan: un jazz de cara lavada y apariencia engañosamente simple, inteligible para la mayoría. Eso hay quien no se lo perdona a Aishai Cohen. Tampoco que se traiga a un teclista que no es de jazz y a un batería heavy metal, Mark Guiliana. Otro fenómeno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de marzo de 2006