El deterioro de la seguridad en Afganistán se debe en gran parte a la creciente crisis del opio en el país. La dependencia económica del cultivo de amapola y la producción de opio no representa en sí un problema de drogas, sino más bien un problema estructural de desarrollo y seguridad. Sin embargo, la política de drogas actual, concentrada en la erradicación de los únicos sustentos de agricultores de escasos recursos, no llega a la raíz del problema. Acabar con los cultivos de amapola sería posible sólo si se reducen al mismo tiempo la pobreza y el desempleo. Sin su desarrollo, Afganistán seguirá siendo un foco de insurgentes y terroristas. Estos grupos están aprovechando el descontento de los agricultores y están provocando una situación bastante peligrosa para las tropas españolas, que se encuentran entre las protestas de los agricultores y los ataques de los insurgentes, tal como ocurrió el pasado 20 de febrero. Se requiere buscar soluciones alternativas e innovadoras para mejorar la situación económica del país y acabar con la crisis del opio a través de una estrategia de desarrollo sostenible. En este sentido, la solución propuesta por el The Senlis Council de usar parte del cultivo de amapola en Afganistán para la producción de medicinas esenciales como la morfina y la codeína, podría ser un primer paso hacia un futuro más estable y seguro para este país.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de marzo de 2006