Dos años después del 11-M, me sigue inquietando el recuerdo de las escenas de los teléfonos móviles sonando junto a unos cadáveres envueltos en mantas. Esas llamadas a la nada, a la muerte, con respuesta imposible, en espera de buenas noticias, resultan estremecedoras.
Para los familiares de las víctimas, el horror estaba a un paso, la vida o la muerte dependía de que se contestara a esas llamadas desesperadas. Y después de este tiempo pasado, con ochenta mil folios de investigación judicial en los que no existe ni un indicio de colaboración etarra, es patético e indignante que el PP continúe insistiendo en que no se conocen a los autores de esos asesinatos. No les importan las víctimas, a las que utilizan contra el Gobierno socialista, sino que los autores sean los que a ellos les conviene. Y eso que el atentado se planeó y ejecutó gobernando el PP, cuyo ministro de Interior en aquellos momentos, Acebes, debería haber desaparecido de la escena política a poca vergüenza que le quedase.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 16 de marzo de 2006