Este montaje de La vida es sueño tiene buen comienzo. Su director evoca, con una imagen muy plástica, la muerte de la reina durante el parto de Segismundo. Después, Rosaura comienza su monólogo: "Hipogrifo violento...". Gabriel Garbisu y sus colaboradores han vestido el espectáculo con ropas del siglo XX, y con armas de fuego. En vez de cajas y de trompetas, hacen sonar una canción de Frank Sinatra durante la llegada de Astolfo, que saluda a la manera fascista.
La puesta en escena de Garbisu es ágil, rápida. Sus jóvenes intérpretes trabajan honesta y homogéneamente, con energía embridada, en un espacio casi vacío. Dicen el verso extremando el sentido, a costa de su musicalidad. Se les entiende muy bien. Dibujan sus personajes con convicción, pero de un solo trazo: esta obra tan grande vuela más que ellos.
La vida es sueño
De Calderón de la Barca. Versión y dirección: Gabriel Garbisu. Intérpretes: Miriam Montilla, Carlos Ibarra, Lino Ferreira, Gabriel Moreno, Eduardo Navarro, Nicolás Vega, Manuela Paso, Javier Román. Iluminación: Pedro Yagüe. Escenografía y vestuario: Miguel Cubero. Centro Cultural de la Villa. Madrid, hasta el 2 de abril.
El montaje no mantiene la intensidad inicial. Se aplana. Las comedias del Siglo de Oro se escribieron para ser representadas con luz solar, con los actores viéndole la cara al público. Sumergidas en una caja escénica, pierden encanto, quedan lejanas, se enfrían. En su montaje de 2000, Calixto Bieito resolvió ese escollo encendiendo las luces de sala, y graduando su intensidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 17 de marzo de 2006