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Necrológica:

En memoria del profesor Alonso Zamora Vicente

Primavera de 1953. Por el amplio espacio de la balconada que rodea los arcos de la primera planta del palacio de Anaya de Salamanca, a la sazón Facultad de Letras, camina con gesto levemente cansado el profesor Zamora Vicente; jersey oscuro, bufanda antigua y pantalón de pana. Va sonriendo sin despegar los labios, como siempre. Viene de ayudarnos a interpretar a Gil Vicente o de encandilarnos con la misteriosa significación de las figuras literarias de Facundo Quiroga, de Arturo Cova, de Rosendo Maqui, de doña Bárbara, de Segundo Sombra; recién llegado de Argentina, predice para nosotros, mucho antes del boom, la trascendencia que para la literatura española va a tener la narrativa hispanoamericana.

En ese deambular disponible que le caracteriza, se detiene y se acerca a un grupo de alumnas -sólo son 14 en clase- y tomando a dos de ellas familiarmente por los hombros, conduce a todas a la esquina de la secretaría, donde hay un banco; se sienta entre ellas y canta con voz queda y buena entonación: Salamanca la blanca / Salamanca la blanca / quien te mantiene / cuatro carboneritos / cuatro carboneritos / que van y vienen.

-Buscad información sobre la canción popular y la canción tradicional y comentaremos ésta en clase el próximo día. Por cierto, Angelita -me toma cariñosamente del brazo-, me cuentan que haces más caso a los muchachos que a la bibliografía...

Su magisterio y el de Lázaro Carreter, que por entonces profesaba también en Salamanca, tan radicalmente diferentes entre sí, nos han permitido a algunos, entre los que me cuento, vivir de rentas en el ejercicio de la profesión y también en el de la existencia. El timbre, en sus clases, nos pillaba siempre por sorpresa.

Ángela Abós Ballarín es catedrática de Lengua y Literatura y presidenta del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de marzo de 2006