Una vez más, el Gobierno de Canadá muestra su escasa sensibilidad hacia los animales y su territorio es testigo de uno de los acontecimientos más bochornosos y tristes por la brutalidad que conlleva.
Durante 10 días, unas 335.000 crías de foca serán asesinadas, 10.000 de ellas a garrotazos, para cumplir con una siniestra tradición. Medio vivas todavía, son despellejadas sin miramientos. ¿Hasta cuándo seguiremos justificando las barbaries en aras de la tradición? ¿Hay algo de qué enorgullecerse o qué preservar en esas anticuadas y crueles tradiciones?
Todo ello para obtener unos 13 millones de euros, vendiendo sus pieles para satisfacer los caprichos de gente que o bien no es consciente de la situación o carece de escrúpulos.
¿Cuándo nos daremos cuenta de que cuando atentamos contra cualquier forma de vida o la Naturaleza en su conjunto, estamos cavando nuestra propia fosa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de marzo de 2006