Bajo el epígrafe poco comprometedor de Actualización del Plan de Dinamización de la Economía, el Consejo de Ministros anunció ayer nuevas disposiciones para flexibilizar los mercados hipotecario, energético y de transportes, orientadas a "corregir la inflación y el déficit exterior", según declaró el vicepresidente Solbes. Se agradece la intención, dado que la escalada de los precios amenaza con frenar en seco el crecimiento de la economía a un año vista.
Solbes anunció con énfasis un proyecto de reforma de la Ley del Mercado Hipotecario, cuyos objetivos principales son favorecer las hipotecas mixtas -menos arriesgadas que las variables en periodos de subida de tipos-, exigir más transparencia en la comunicación de las comisiones a los clientes y reducir los costes de constitución de las hipotecas o los aranceles para la subrogación. El plan incluye además iniciativas para liberalizar el transporte ferroviario, incentivar el uso más eficiente del agua, las subastas virtuales de electricidad y un nuevo sistema para recortar el déficit en la tarifa eléctrica, que durante el último año ha superado los 3.600 millones de euros.
En teoría, todas las medidas enunciadas contribuirán a moderar los precios. Pero no parecen, ni de lejos, las actuaciones de choque que necesita la economía española para controlar la inflación. Las hipotecas inversas o mixtas, ya disponibles en el mercado, aunque poco extendidas, mejorarán la capacidad de maniobra de las familias y, por tanto, evitarán que un encarecimiento del dinero perjudique al sistema financiero, pero sus efectos sobre los precios serán muy limitados. En cuanto a las medidas energéticas y de transporte, tampoco cabe atribuirles efectos sustantivos sobre los precios.
Si se tira de manual de economía, resultará incluso más útil para frenar la inflación la anunciada contención del gasto público en los límites del aumento del PIB nominal. Es evidente que con una inflación en torno al 4%, la política presupuestaria debe ser más restrictiva, es decir, debe crecer el superávit actual sin recortar las inversiones. Como se ha repetido hasta la saciedad, para reducir la inflación debe actuarse sobre la oscura formación de precios en las redes de distribución que trasladan los productos alimenticios desde el productor al consumidor. Todo lo demás son cataplasmas en la era de los antibióticos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 1 de abril de 2006