El mismo año en que otro cineasta colombiano, José Antonio Dorado, propuso en El rey una reconstrucción del comienzo del poderoso cartel cocalero de Cali, otro colombiano, Víctor Gaviria, hacía lo propio con el de Medellín. Y si bien ambas miradas pretenden abarcar el conjunto de la experiencia de un país coqueteando con el dinero fácil del narcotráfico, no cabe duda sobre la mayor entidad de la propuesta de Gaviria, antiguo documentalista autor de la insoportable, de tan realista, La vendedora de rosas.
Basándose en un buen hijo de la burguesía que un buen día entra en contacto con los negocios de la droga, Gaviria construye una película modélicamente cotidiana, hablada en un lenguaje que, en ocasiones, necesita de subtítulos y muy sólidamente anclada en la realidad. Su propuesta no puede ser más clara: mirar hacia todos los ángulos para ver cómo lo que empieza casi como un juego culmina con la destrucción del ciudadano y, en ocasiones, con la muerte. Contada sin ninguna floritura, con una imagen sucia y quebrada que tan bien se aviene con lo que se está contando, Sumas y restas es un filme contundentemente ejemplar, nada fácil de ver pero imprescindible para entender dónde comienza la corrupción y dónde termina la democracia... un ejemplo tan dolorosamente cercano.
SUMAS Y RESTAS
Dirección: Víctor Gaviria. Intérpretes: Juan Uribe, Fabio Restrepo, María Isabel Gaviria, York Fredy Monsalve. Género: drama. Colombia-España, 2004. Duración: 105 minutos.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 7 de abril de 2006