A los 22 años, y a punto de licenciarme, veo con escepticismo la posibilidad de enfrentarme al mundo laboral. Resulta que ahora "los jóvenes mejor formados de la historia" -como así nos califican las autoridades-, con una o varias licenciaturas, dominio de idiomas y algún master o posgrado, no sólo no tenemos seguro encontrar un trabajo que se amolde a nuestro perfil académico, sino que, además, conseguir un sueldo digno se ha convertido en una utopía.
Los trabajos temporales, los contratos basura, la precariedad de las condiciones laborales y unos sueldos paupérrimos nos obligan a muchos jóvenes a ver nuestro futuro profesional en otras ciudades o países y, lo que aún es más grave, nos impide emanciparnos y formar una familia. Los jóvenes de hoy buscamos estabilidad, autonomía y perspectivas de futuro; por ello quisiéramos ver en los políticos mayor predisposición a las políticas activas de empleo, el fomento de las viviendas de protección oficial y unas ayudas que incentiven la creación de nuevas empresas y la formación de familias jóvenes y con hijos. De otra manera, seguiremos a remolque de la Unión Europea.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de abril de 2006