Sabemos lo que piensa Berlusconi de los que no le votan. Son unos gilipollas (coglioni). Lo que no sabemos es lo que piensa de los otros, de los que le votan. Tal vez le ocurra lo que a aquel aristócrata y general inglés que sentía pavor al pasar revista a sus propias tropas.
Había por estos lares un cargo político que se disculpó de una de sus majaderías lamentando "haber perdido los estribos", a lo que un irónico observador contestó: "No, lo que usted ha perdido hace tiempo es el jinete". Y el poncio respondió muy ofendido: "¡Ya empezamos con las indirectas!". Es sabido que en el ring, una finta puede desequilibrar más al rival que una acometida. No sé cómo va el boxeo, pero parece que cada vez hay menos lugar para la indirecta en el debate político. La directa copa los titulares. La directa se identifica con el efecto inmediato, contundente. Una directa sacude las estadísticas. La indirecta es más lenta, curva, provoca reflexión. Jorge Wagensberg, en uno de sus aforismos, apunta la hipótesis de que entre las especies extinguidas por culpa del cambio climático figuren los violines milagro. Quizá la extinción de las indirectas, y la colonización del lenguaje por las directas, más voraces y agresivas, es otro efecto del calentamiento global. Como Berlusconi. Veo que usa mucho el pañuelo de bolsillo.
Berlusconi es el paradigma del político de directas. El objetivo de la directa no es influir en la opinión pública, sino reducirla a la condición de algarabía. Crear un campo de aturdimiento. Una especie de pandemónium que suplante al hábitat democrático. En este esquema, no hay derecha ni izquierda. Hay directa o indirecta. La directa sería una expresión de fuerza, de determinación. La indirecta, una construcción gramatical pusilánime. Vean, si no, el empeño de algunos machos cabríos de las ondas y las letras por asociar talante con cobardía.
Es probable que Berlusconi pierda el gobierno, pero su objetivo, como el de otros políticos de directa, es hacer añicos lo cívico, la mentalidad solidaria, para mantenerse a flote mientras opera el efecto corrosivo de la bulla permanente. Il Cavaliere es ahora más conocido como Il Caimano. No sé el porqué, pero estos días me he acordado de la cumbia Se va el caimán, se va el caimán... ¡Ya empezamos con las indirectas!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de abril de 2006