Como cristiano estoy asombrado, una vez más, con nuestros obispos, obsesionados con su tema fijo: la sexualidad.
Se han olvidado, no se han metido en las entrañas de Jesús, que comprendió y defendió a la mujer adúltera, que justificó a la mujer pública en la casa del rico, y que fue durísimo con los ricos y explotadores. Esos auténticos pecadores de nuestro tiempo. De éstos, ni palabra, para ellos no son inmorales.
Señores obispos, el gran pecado es el abuso de la banca y los especuladores sobre los ciudadanos de a pie.
Con esa gente ustedes no tienen problema. ¡Qué pena! ¡Qué lejos de la mentalidad y el corazón de Jesús.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de abril de 2006