Sacó a relucir sus dotes técnicas, tan ratoniles como desequilibrantes, y ganó el partido. Lucas Lobos, delantero del Cádiz, jugó solo. No existe una defensa pasiva porque ninguna quiere perder. Pero sí que se dan las pájaras, se contagia la desconcentración y se propagan los errores. Y en La Romareda ambas defensas mostraron su peor versión. Así, en un partido en el que la presión defensiva es mínima, los marcajes se hacen a varios metros y las líneas están estiradas por extraña imposición, los jugadores técnicos se relamieron. Savio, por el Zaragoza, y Lobos, por el Cádiz. Dos futbolistas escuchimizados y renqueantes cuando toca ir al choque, pero exquisitos en su trato con el cuero. Lobos, sin embargo, hizo más: sentenció el partido e insufló esperanzas de salvación al Cádiz.
ZARAGOZA 1 - CÁDIZ 2
Zaragoza: César; Ponzio, Álvaro, Gabriel Milito, Aranzabal (Cuartero, m. 60); Óscar (Lafita, m. 60), Celades, Zapater (Generelo, m. 73), Savio; Ewerthon y Diego Milito.
Cádiz: Limia; Vella, De Quintana, Paz, Varela; Enrique (Oli, m. 76), Fleurquín, Suárez, Lobos (Berizzo, m. 88); Sesma y Pavoni (Fernando Morán, m. 68).
Goles: 1-0. M. 20. Savio dispara con la zurda desde fuera del área. 1-1. M. 43. Lobos marca de penalti. 1-2. M. 47. Pavoni recibe un centro de Lobos, controla el cuero con el pecho y bate de forma acrobática a César.
Árbitro: Pérez Lima. Mostró la tarjeta amarilla a Aranzabal, Vella, Fleurquín, Celades y Fernando Morán.
Unos 17.000 espectadores en La Romareda.
El equipo amarillo decidió no tirar el fuera de juego y, por consiguiente, la posición de su defensa la marcaban Ewerthon y Diego Milito, los delanteros aragoneses. Eso facilitó la conducción de los medios blanquillos y, sobre todo, del habilidoso Savio, que es capaz de gobernar la pelota con la cabeza alta y la mirada al frente. Alcanzada la zona de los tres cuartos, los zagueros del Cádiz, vehementes y alocados, le salían al paso y descompensaban su línea. Pero Ewerthon, faltó de puntería, se empeñó en ningunear el ataque y el gol de su equipo. Así que Savio decidió hacer de pluriempleado cuando Celades le pasó el cuero y lo engatilló de fuerte zurdazo desde fuera del área. Limia, tapado por una maraña de jugadores, vio tarde el balón. A Lobos tampoco lo vieron venir sus rivales.
Vertical e incisivo, Lobos destiló un fútbol tan expresivo como sutil y bello. Recibió un balón en el vértice del área grande, le lanzó un sombrero a Álvaro, le esperó, le recortó ante una nueva embestida y le dio la espalda. Luego, le rompió la cintura a Milito, que le encimó y acabó por derribarle dentro del área. Y, desde los once metros, no falló. Más adelante, pegado a la banda, hizo un par de malabarismos con la pelota, recortó hacia dentro y centró a Pavoni, que acertó a batir a César. Dos jugadas, dos goles y un partido.
El Zaragoza, con amarga resaca copera, se remitió a Savio, que achuchó pero no ahogó. El Cádiz, a Lobos, que arrancó los aplausos de la afición aragonesa al enfilar el túnel de vestuarios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de abril de 2006