El director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, declaró ayer que "los días del G-7 (el grupo de los países más ricos integrado por Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) se han ido". Rato ha lanzado su propuesta de que el FMI supervise la marcha de los compromisos para reducir los desequilibrios exteriores y realinear los tipos de cambio.
La iniciativa ha sido incluida en la agenda de las reuniones de primavera de FMI que comienzan hoy. El ambicioso plan busca acometer una "depreciación significativa" de la moneda norteamericana como alternativa a una caída abrupta y desordenada del dólar, antesala de una recesión.
En su rueda de prensa, Rodrigo Rato explicó que el FMI "puede jugar un papel excepcional" en la reducción de los desequilibrios que el FMI identifica como una amenaza para la continuidad del crecimiento de la economía mundial: déficit por cuenta corriente de Estados Unidos equivalente al 7% del PIB y superávit exterior de países emergentes como China e India. "Los días en los que los ministros de Finanzas del G-7 se sentaban en la habitación de un hotel y adoptaban decisiones sobre los tipos de cambio se han ido", dijo de manera más rotunda en una reunión del Instituto de Economía Internacional, un templo de las finanzas internacionales. Rato aludía a los acuerdos del Plaza y del Louvre para gestionar la cotización del dólar, en 1985 y 1987.
A ojos de Rato, esta reunión de primavera es crucial. El diagnóstico del FMI parte de una premisa central: la continuidad del crecimiento está amenazada por la acumulación de los desequilibrios exteriores. Y en el núcleo de ellos se encuentra la economía norteamericana. Los economistas del Fondo estiman que el dólar, a la luz del análisis macroeconómico, necesita depreciarse significativamente.
¿Por qué? Porque según los manuales, ello permitiría un aumento sostenido de las exportaciones EEUU, el medio para reducir su cuantioso déficit. Al tiempo, los consumidores norteamericanos deberían incrementar su nivel de ahorro, prácticamente nulo o negativos ahora. El efecto de estos dos procesos provocaría una fuerte reducción del déficit. La apuesta, es actuar cuanto antes para evitar que la economía de EE UU se desacelere en los próximos dos años. Para lograr esto, además de los países ricos, hay que contar con China y alguno de los grandes productores de petróleo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 21 de abril de 2006