Dice Javier Almuzara (Oviedo, 1969) que si los fragmentos de Títere con cabeza, reducidos a su mínima expresión, están en los huesos es porque se alimentan de tiempo. Aunque sea el alimento básico de toda obra literaria, lo es especialmente de la de este poeta parco en libros -tres en tres lustros largos: Por la secreta escala (Renacimiento, 1994) y Constantes vitales (Visor, 2004) son los últimos- y, sobre todo, parco en palabras. De esa parquedad destilada estaba hecho un volumen como Letra y música (Llibros del Pexe, 2001), antecedente directo de esta nueva entrega en la que los poemas propios conviven con las traducciones de otros ajenos y éstos con homenajes (a Mozart, Lichtenberg o Canetti) y notas de dietario y viajes (por Roma, Lisboa, Nueva York). Entre unos y otros, sentencias y chispazos de claridad e ingenio. Con su propia poética: "Aforismos, haikus, greguerías... ¿Quién no se ha probado en el gimnasio intelectual de los géneros más breves? El esfuerzo parece asumible y el logro al alcance de un mínimo talento. Y, sin embargo, lo más fácil de hacer es lo más difícil de conseguir. Qué trabajo darle vuelo a algo tan leve". "Voy despacio porque voy lejos", leemos en otra parte, mientras aún resuena una pregunta: "¿Qué murmuran las zapatillas a nuestras espaldas?".
TÍTERE CON CABEZA
Javier Almuzara
AMG. Logroño, 2006
580 páginas. 9 euros
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 22 de abril de 2006