Cine social a la americana. Pero olvídense de Crash, ganadora del último Oscar a la mejor película, de su profundidad y de su pesimismo. Aquí estamos ante el penoso subgénero protagonizado por jóvenes inadaptados, que escapan de la exclusión social a través del ejercicio de una tarea que normalmente poco tiene que ver con la altura intelectual o artística, y sí con materias tan trascendentes como el béisbol o, en este caso, nada más y nada menos que el baile de salón.
Dicen que Déjate llevar, drama musical sobre un grupo de adolescentes que escapa del crimen, de la amenaza estupefaciente y del fracaso escolar gracias a la rumba y el chachachá, está basado en un caso real. Puede que sea cierto, pero cualquiera con medio dedo de frente se arriesgaría a poner la oreja en una plancha y apostar a que en realidad la historia no se desarrolló tal y como muestra la cursi, tópica y frívola película dirigida por Liz Friedlander.
'DÉJATE LLEVAR'
Dirección: Liz Friedlander. Intérpretes: Antonio Banderas, Alfre Woodard, Rob Brown, Yaya DaCosta. Género: drama musical. EE UU, 2006. Duración: 108 minutos.
La directora comienza y termina su obra haciendo trampa con las músicas, pues ni siquiera tiene el valor de redimir a los chavales a través de compases clásicos, sino que, para que su película no haga huir al espectador adolescente, adereza los valses y los tangos con ritmos de hip-hop que terminan recordando a los desmanes de Luis Cobos con la música clásica.
Mientras, el personaje del profesor parece un santo venido de no se sabe dónde y al que nunca se llega a conocer del todo. Por lo demás, la historia sigue la ya consabida estructura redentora, que culmina en una competición oficial (de bailes de salón) que, cómo no, los ex gamberros y neófitos bailarines convertidos en estrellas del movimiento de cadera acabarán ganando.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 28 de abril de 2006