Hace quince años, el actor madrileño, que actúa en la película Bienvenido a casa, cruzó España, Francia y parte de Italia y Suiza en una Harley-Davidson "verde turquesa; preciosa".
Tendría un buen motivo para darse semejante paliza.
Ver a mi padre y a mi hermano, que estaban escalando el monte Cervino, entre Italia y Suiza. Me acompañaba una amiga. Como me lo había gastado todo en la moto, no tenía un duro. Comíamos bocadillos, dormíamos en las playas y a primera hora venían los gendarmes a despertarnos muy amablemente. En Montecarlo nos pulimos lo que nos quedaba en las tragaperras y acabamos prácticamente con lo puesto.
Tendría encuentros paranormales.
El que más recuerdo fue un encuentro bonito. Una noche que llovía a mares nos cobijamos bajo el toldo de un hostal y la dueña se apiadó de nosotros y nos dio de comer espaguetis, los más ricos que he probado. Se llamaba el hostal Amistad, no lo olvidaré en la vida.
¿Ningún pinchazo que declarar?
No, la moto se portó como una campeona. Lo más duro fue cruzar los Alpes por el puerto del Gran San Bernardo. Era pleno agosto y estaba todo nevado. Infernal.
Y a la vuelta, ¿se dejó de tonterías y pagó un tren?
No, y fue peor porque teníamos una boda en Barcelona e hicimos el viaje casi de un tirón. Cuando llegamos, los novios ya se habían ido.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de abril de 2006