"La distancia me ha ayudado a relativizar un tema posiblemente sobredimensionado", sostiene Jordi Cortés, un analista financiero que lleva tres años residiendo en Edimburgo (Escocia, Reino Unido), a miles de kilómetros del ojo del huracán del proyecto que más tormentas ha desatado en la política española en la actual legislatura socialista. Y precisamente por ese, a su juicio, exceso de protagonismo de la reforma del Estatuto de Autonomía en el ámbito social catalán, Jordi se abstendrá en el referéndum de ratificación previsto para el próximo 18 de junio.
"Reconozco que he perdido el pulso diario a la actualidad política. Pero, por lo que he leído, no me consta que el Estatuto sirva para mejorar, o empeorar, el acceso de los jóvenes al empleo o a la vivienda. Y éstas son mis preocupaciones y las de mis amigos, las de mi generación", insiste Jordi, de 27 años.
Sus vidas seguirán fuera. No creen que el Estatuto mejore la vida de los catalanes
Mientras, en Cataluña, el Gobierno tripartito calienta motores para el despegue de sus campañas institucionales (iniciadas ayer), de explicación del texto estatutario y de promoción de la participación en la consulta. Al mismo tiempo, los cinco partidos políticos que integran el Parlament ultiman sus despliegues publicitarios según la opción que respalden sus intereses.
Y lejos de la cocina política del Estatuto, cerca de 100.000 electores catalanes viven y trabajan en el extranjero y siguen a distancia, con más o menos intensidad y más o menos atención, la evolución de lo que ha sido el embrión del Pacto del Tinell. A esta cifra se suman unos 32.000 votantes catalanes residentes en el resto de España, según los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística en las últimas elecciones autonómicas.
Hace poco que Carlos García se ha instalado en Madrid. Todavía no sabe si coger un vuelo de última hora para viajar a Barcelona y depositar su voto en las urnas o hacerlo por correo desde la capital española. En caso de que decantarse por la última opción, sabe que tiene tiempo de solicitarlo hasta 10 días antes de la cita, hasta el 18 de junio. ¿Cómo? Deberá personarse en una oficina de correos con su DNI, rellenar y firmar la documentación necesaria. Seis días después, Carlos recibirá una carta de la Oficina del Censo Electoral con el certificado de inscripción, un sobre destinado y las dos papeletas que podrían materializar su veredicto, la del sí y la del no. Su voto, ya decidido, sólo tendrá que ser introducido en el sobre, que llegará a la mesa electoral correspondiente sin gastos de envío.
Para los amigos de Jordi que sí tienen algo que decir a la reforma estatutaria, los trámites que tienen que seguir para ejercer el voto por correo no son más complicados que los de Carlos, pero quizá sí necesiten emplear más tiempo.
Marc Vidal y Carles González viven en Edimburgo (Escocia). A pesar de individualizar las opciones contrarias, seguirán la misma travesía administrativa. Ambos deberán comprobar en el consulado si sus nombres figuran en la lista de Residentes Ausentes en el Extranjero y si no es el caso, deberán darse de alta cuanto antes para que el consulado actualice las listas del censo electoral. Una vez publicado el Decreto de Convocatoria, Marc y Carles recibirán el mismo sobre que Carlos, el catalán residente en Madrid.
Los pasos que deben seguir son los mismos, sólo que ellos podrán depositar su voto personalmente en las urnas del consulado. En caso de que prefieran votar por correo, tendrán tiempo de hacerlo hasta el día anterior a la fecha oficial del referéndum.
Marc, de 25 años, votó a Iniciativa per Catalunya Verds en las últimas elecciones autonómicas y a Esquerra Republicana en las últimas elecciones generales. Dirá no al Estatuto porque, como sostienen los republicanos, está muy lejos de la propuesta que salió del Parlament el pasado 30 de septiembre. Considera que el texto se ha "degradado" al convertirse en un "mero argumento" que los partidos utilizan para defender sus intereses políticos.
Para él, Cataluña debería tener el mismo sistema de financiación que posee el País Vasco, porque es "lo justo". Su compañero Carles tampoco está satisfecho con el texto que ha quedado, pero votará sí porque reconoce que representa "un avance importante" respecto al Estatuto de 1979.
Con todo, Jordi, Carles y Marc confiesan desde Edimburgo estar cansados del asunto y piden al Gobierno que les explique claramente de qué modo el Estatuto mejorará la situación de precariedad e inseguridad laboral que padecen los jóvenes como ellos, porque por esta razón abandonaron Cataluña.
Sin embargo, los tres están convencidos de que, con o sin Estatuto, sus vidas siguen, y seguirán igual. Eso sí, desde fuera, porque no se creen que el Estatuto mejore la vida de los catalanes como han repetido hasta la saciedad los partidos políticos. Y, por ello, con o sin Estatuto, de momento no tienen intención de volver.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de mayo de 2006