La canciller alemana Angela Merkel, que ha subrayado la semana pasada en la Casa Blanca su plena sintonía con el presidente estadounidense, al manifestar que "bajo ningún concepto" puede aceptarse que Irán acceda al arma nuclear, se perfila como una figura relevante en la crisis con Teherán, ya en el ámbito del Consejo de Seguridad. Su buena química con Washington y Moscú, puesta de relieve en sus recientes entrevistas con Putin y Bush -éste la elogió ayer abiertamente-, podría ayudar a forjar una aproximación común en el máximo órgano de la ONU frente a las ambiciones atómicas militares del régimen islamista. Unas ambiciones que han escalado un peldaño más con el mensaje del Parlamento iraní a Kofi Annan sugiriendo la retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear si persisten las presiones occidentales sobre Teherán para que abandone su programa de enriquecimiento de uranio.
En su segunda visita a EE UU desde su llegada a la cancillería, Merkel ha tenido especial interés en destacar un pleno alineamiento transatlántico en la pugna con Irán, además de dejar claro que cualquier amenaza como las proferidas contra Israel por el presidente Ahmadineyad son entendidas por Alemania como hechas a todas las democracias. Y la jefa del Gobierno germano lo hace como líder al alza de la mayor potencia europea y, probablemente, en mejor posición que ningún otro dirigente para hablar por el bloque en estos momentos, cuando otros grandes de la UE -Reino Unido, Francia o Italia- se hallan políticamente semiparalizados por diversos motivos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de mayo de 2006