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CARTAS AL DIRECTOR

Los árboles del Thyssen y Extremadura

La preferencia de los medios de comunicación por lo nimio es manifiesta. Que la señora Cervera y un coro de oportunistas y curiosos protesten por la tala de 27 árboles en el paseo de Recoletos es perfectamente legítimo. Otra cosa es la atención desmedida que los medios de comunicación dispensan a la noticia.

La batallita política entre Gallardón y Esperanza Aguirre, el posible cambio de ubicación del museo, la figura de mamá Bardem por allí... Ni con un monográfico del tema se consigue dar fuste a todo ese baile.

Ya digo, me parece bien la postura de Carmen Cervera; no así la desproporcionada atención informativa. En otras arboledas no tenemos esa suerte. Así, en Extremadura. Las tropelías son aquí la norma: ocurrencia de montar una refinería de petróleo, una ristra de centrales térmicas, prórroga para el cierre de Almaraz, nuevas autovías carísimas y absolutamente innecesarias, obras como el pantano de Alqueva (el más grande de Europa) absolutamente desproporcionadas, la inexistencia de un programa de investigación de la seca de encinas y alcornoques. Y así podríamos seguir y seguir...

En Extremadura hay un amplísimo movimiento (como no lo ha habido nunca) contra todas estas tropelías. Un movimiento ciudadano y apartidista que se representa muy bien en la Plataforma Ciudadana Refinería No. El vacío informativo en relación con todo este proceso está siendo pavoroso.

En Extremadura no se están ventilando 27 árboles, sino cientos de miles, millones, si no ponemos un límite a tanto disparate. Es imprescindible que se conozca el alcance de lo que estamos denunciando. Aquí está en juego la última posibilidad real para crecer y desarrollarse de forma armónica.

Sigan dedicando páginas y páginas de sus diarios a nimiedades. Sigan elevando a categoría lo que sólo puede ser anecdótico. Sigan dando cancha en sus páginas a la escaramuza política, al comentario vil, a los 27 árboles junto al Thyssen, a las series infantiloides de la televisión...

Pero no monten toda esa seudoinformación a costa de silenciar lo trascendente. Eso es lo grave, porque ese silencio hace cómplice a quien lo guarda. En este caso, cómplice de la demolición controlada y documentada (exactamente, eso son los informes de impacto ambiental) de uno de los edificios más hermosos que han creado el ser humano y la naturaleza: el suroeste de la península Ibérica.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de mayo de 2006