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COLUMNA

No sé

Parte de mi vecindario compartió, esta mañana de miércoles, mi angustia articular ante el Acontecimiento de hoy en París. "¿De qué vas a escribir para el jueves, cuando todavía ignoras si habremos ganado o no?", se estremecía la dama cuyo caniche suele cotillear con mi teckel (aparentemente, ambos canes también ladraban de lo mismo: del Acontecimiento y mis afanes).

¿De qué escribir? ¿De la oleada de inmigrantes que llegan a las costas canarias sin que el nimio evento merezca el traslado colectivo de los medios inhumanos de comunicación ni de los medios humanos de socorro a los hermanos? La dama del caniche, que es pelín expeditiva, consideró que todo tipo de medios, incluidos los satélites vigilantes, deberíamos mandarlos a los meros límites de los países africanos de donde salen los infelices.

Quizá nos resultaría más fácil bombardearlos, lo pensé, pero no lo verbalicé. ¿Y si les mandáramos a Martínez Pujalte? Ya saben, una especie de gira publicitaria disuasoria, en el mejor estilo: "Mira y hazte una idea de lo que te espera". Pero no, al señor Martínez Pujalte, impecable diputado del Parlamento británico (según él y sus cuates, donde más se insultan los políticos: y sin la carga que supone ese bárbaro salvaje de Manuel Marín, presidiendo), sin duda lo reserva su partido para El día de mañana (lo pongo en cursivas porque es película de terror), para cuando de nuevo tomen el poder. Le nombrarán director del Instituto Cervantes en París, dada su condición de emmerdeur de la langue. Él y Cantazaplanas tienen un porvenir en la Comédie Française, sección género bufo.

¿Lo ven? Vuelvo y vuelvo a París. No hay forma de concentrarse en las otras minucias que hoy suceden. Ni siquiera el invento del arroz trasgénico (¡paellas con humana sustancia!) me conmueve, y eso que va a curar a los negritos de las diarreas para que no se mueran y puedan seguir viniendo, con o sin satélites. Yo creí que el arroz hervido, sin más genes, ya curaba de los irse de vientre: claro que eso sólo les ocurre a quienes tienen arroz y lo cuecen en aguas no fecales.

Fecales o no fecales, Martínez Pujalte... Lo siento, no puedo seguir. Cuando me lean, ustedes ya sabrán. Y yo sólo sé que no sé nada.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de mayo de 2006