Abogado de día, De Torres se desmelena sobre el escenario como un cantautor rockero tan atípico como edificante, de mirada pilla y letras que dibujan un universo singular: entre la ternura, la crónica de barrio, el surrealismo y una utilización insólita de argumentos deportivos (futboleros, claro, pero también ¡tenísticos!). Estrenaba su tercer disco en solitario, Dando tumbos, cálidas crónicas agridulces de quien, pese a su aspecto jovial, anda en plena crisis de los 40. Se permitió una versión de los Crowded House más oscuros e invitó a los Happy Losers y al gran José María Granados, los dos con Manolo Mené, añorado amigo común, siempre presente.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de mayo de 2006