Las Cortes Valencianas han proporcionado esta semana varios espectáculos con motivo del caso Terra Mítica, al que dos contratistas han dado un giro, no por sorprendente inesperado, al levantar la tapa de una alcantarilla cuyo hedor impregna de lleno a Eduardo Zaplana. El grupo parlamentario popular, en un acto que sin duda ha sido el que mayor cohesión ha ofrecido en lo que va de legislatura, empuñaron grabadoras ante la intervención de los dos diputados que registraron la entrevista con los empresarios investigados en el fraude de facturas falsas a instancias de la Agencia Tributaria. Y los parlamentarios socialistas se sumaron con alegría al número mostrando billeteros, mientras estallaba la berrea ante un aquiescente Julio de España, que pese a ser el presidente de la institución ha comparado a los dos diputados socialistas con narcotraficantes por grabar conversaciones en el recinto parlamentario. Desde que las Cortes Valencianas debatieron entre aullidos los ingredientes que debía tener la paella a instancias de Vicente González Lizondo la imagen de la institución no había sufrido un deterioro tan perceptible. Y no va a parar ahí con el rumbo que puede tomar la investigación de esa maraña que se zampó los diez millones de euros de las obras nunca realizadas en el parque. Ni con un presidente dispuesto a vaciar el prestigio de las Cortes con tal de disimular el tufo que exhala ese pozo ciego que la fiscalía trata de dragar. Tampoco la fulminante unidad de campistas y zaplanistas en las Cortes (que ilustra la gravedad del episodio para el PP) augura lo contrario. Aunque el PP, como institución política, tampoco debería hipotecar su futuro poniendo la mano en el fuego por un caso cuyos derroteros pueden resultar imprevisibles y que, sin duda, empeora el horizonte estropeado por Carlos Fabra, José Manuel Medina y Pedro Ángel Hernández Mateo. Es muy probable que, como siempre, Zaplana acabe escurriéndose como una anguila (hasta ahora el sendero de lixiviados que ha trazado en su trayectoria sólo ha servido para abonar su figura política), pero no lo es menos que hay otros contratistas que esperan a que el asunto esté irreversiblemente maduro para sacar el chorreante cubo de basura que guardan en la trastienda. De cualquier modo, Zaplana lleva media estocada hundida en el lomo y Terra Mítica se prefigura como su zona cero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de mayo de 2006