Formo parte de ese colectivo de jóvenes aquejados de una tortícolis crónica de tanto mirar hacia arriba en busca de un milagroso cartel de "se alquila" que no suponga una ruina total. Y si es posible, que tenga el suficiente espacio como para que, si a las dos compañeras nos da por pensar a la vez, una no tenga que salirse al rellano. Además de la tortícolis, una tiene que soportar los tópicos trasnochados de algunos, empeñados en reducirnos a un colectivo de niños mimados que han disfrutado de demasiadas libertades. Por eso, se agradece el cable que nos echa Manolo Rivas en su columna del sábado; consigue que los miles de jóvenes que nos manifestamos la semana pasada por una vivienda digna no parezcamos invisibles al lado de los que lo hicieron por el botellón. Y es que cuando el señor Mendoza en su columna afirmaba que las reivindicaciones de nuestra generación no tenían nada que ver con los ideales utópicos de la suya, tenía razón. Lo nuestro es algo mucho más elemental. Sólo pedimos un puñado de metros cuadrados. Un espacio para la supervivencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de mayo de 2006