El Gobierno de Hamás decidió ayer ceder terreno en las calles al tiempo que rechazó concesiones en el campo político. Acuarteló a los 3.000 milicianos que patrullaban desde hace 10 días las ciudades de Gaza, dando así un respiro a la lucha con la policía fiel al presidente, Mahmud Abbas. Pero al mismo tiempo el primer ministro, Ismail Haniya, negó que Hamás vaya a reconocer el Estado de Israel como exigió Abbas el jueves bajo la amenaza de convocar un referéndum en Palestina. En Gaza cuatro palestinos murieron en dos incidentes relacionados con el Ejército israelí.
"Aunque nos asedien desde todas las direcciones, no deben soñar con que vamos a hacer ninguna concesión política", clamó Haniya en una mezquita de Gaza, mientras alguno de sus ministros calificaba de "chantaje" la amenaza de Abbas de celebrar el referéndum si en 10 días no se logra un pacto político entre Hamás y Fatah, el partido del presidente. Sin embargo, sí se plegaron los islamistas en materia de seguridad. "Hemos recibido órdenes de retirarnos de las calles, concentrarnos en ciertos lugares, y estar listos para acudir cuando sea necesario enfrentarse al caos", declaró Yussef al Zahar, comandante de los Grupos de Apoyo, el organismo policial formado por 3.000 milicianos de Hamás que se desplegó en la franja de Gaza el día 17.
Pretende así el movimiento fundamentalista rebajar la tensión y ofrecer una imagen conciliadora después de que 10 agentes y activistas de las facciones enfrentadas -Fatah y Hamás- hayan muerto en las dos últimas semanas. "Nosotros no provocaremos más dolor en una batalla entre palestinos", afirmó Haniya. Tanto Hamás como el presidente no descartaron que los milicianos de Hamás puedan integrarse formalmente en la policía, cuyo control se disputan ambos dirigentes a cara de perro. Más difícil parece el entendimiento en el ámbito político.
El ultimátum de Abbas de someter a referéndum en 50 días una iniciativa que reconoce el Estado de Israel sitúa a Hamás frente a un dilema de enrevesada solución. Si el movimiento islamista rechaza o boicotea la celebración de la consulta, la anarquía en las calles puede ser más virulenta aún de la registrada desde comienzos de mayo. Si planta cara en el referéndum, corre el riesgo de perder la legitimidad en el caso, nada improbable, de que triunfara el sí al reconocimiento de los dos Estados. Las divergencias internas han aflorado. Mientras el presidente del Parlamento, Abdelaziz Duaik, daba muestras de no temer la consulta, su correligionario y diputado Mushir al Masri la calificaba de "golpe contra la elección democrática del pueblo". No obstante, es previsible que la disciplinada organización reconduzca la discrepancia y unifique su discurso.
Lo que no varía es el lanzamiento de cohetes artesanales Kassam sobre Israel -que han matado a dos personas en seis años- y las contundentes represalias, que han causado cientos de muertos. Un hombre y sus dos hijos adolescentes fallecieron en la tarde de ayer por la explosión de una bomba lanzada por el Ejército israelí en el norte de Gaza.
Asimismo, un granjero murió por los disparos de soldados en el antiguo paso de Kisufim, que conectaba, al sur de la franja, el territorio de Israel con las colonias judías que fueron evacuadas en agosto pasado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de mayo de 2006