"Si intenta suicidarse será problema suyo y de su familia, no nuestro, porque ya no está en la Armada ni volverá". El alto cargo de Defensa que ayer pronunció estas palabras, en alusión a la marinera que protagonizó un vídeo de contenido sexual grabado a bordo del petrolero Marqués de la Ensenada, es una persona culta y sensible. Pero su comentario refleja la actitud que la mayoría de los militares, hasta ahora con la pasividad de los responsables políticos, han adoptado ante este escándalo.
Será difícil que Defensa pueda desentenderse de los problemas psicológicos que, según las mismas fuentes, padece N., la marinera que denunció un gravísimo atentado contra su intimidad ante un juzgado de Cartagena y, como consecuencia de ello, se ha convertido en comidilla de los corrillos militares, incluidos los de ayer, en la celebración del Día de las Fuerzas Armadas.
La Marina se ha limitado aquí a aplicar el reglamento: suspensión cautelar de empleo para los dos marineros, hombre y mujer, que protagonizaron el vídeo, y para el que colgó la filmación en Internet. Los dos primeros habrían cometido una falta disciplinaria por realizar actos sexuales en un buque, agravada en la mujer por el hecho de estar ebria, según su propio testimonio.
Más allá del reglamento, la realidad desmiente que el trato sea ecuánime: mandos militares comentaban ayer, con toda naturalidad, el estado civil de la mujer, del que se sabe incluso su nombre, pero nadie conoce dato alguno sobre el coprotagonista de las imágenes o el que las hizo públicas,
El 15% de los soldados y marineros son mujeres. Este caso puede tener consecuencias demoledoras si se extiende la idea que la militar que denuncie un acto sexual en el que esté implicada se expondrá a seguir la suerte de N.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 29 de mayo de 2006