Era imposible ayer concebir otra televisión que la que vimos: Rocío Jurado fue la reina, y en la muerte fue aún más reina. Quedan muchos metros de película para que se cumpla este homenaje. Una pregunta tan sólo: ¿servirá en algún momento este incesante elogio para que quienes rompen la barrera de lo que es íntimo y de lo que es público dejen de interrumpir con basura la misión a la que la ética obliga al periodista? No servirá, para qué andar con tonterías.
La parrilla era ayer un hervidero de pasiones, y donde antes hubo especulación alevosa sobre las idas y venidas del objeto principal de los elogios se posó el velo del luto. ¿Una tregua?
Antes del drama, el drama cotidiano. La inmigración. Lo llevó Iñaki Gabilondo a Cuatro, y lo hizo aparecer en su entrevista Cuatro x Cuatro. Me fijé en Alicia Navarro. No es famosa. A lo mejor no sale más en la tele, pero dejó sobre la mesa de Gabilondo algunos puñetazos que alertan al periodismo sobre la realidad. Ella es la cónsul honoraria de Guinea-Conakry en España, y ha estado durante décadas ayudando a los inmigrantes a entender su propia tragedia. Contó una anécdota que me hizo recordar aquella anécdota terrible que cuenta Juan Cueto de cuando los albaneses llegaron a Brindisi, Italia. Dijo un joven albanés, cuando le deportaban: "No importa, ya vi las luces de Brindisi".
Este emigrante de Guinea-Conakry del que habló Alicia Navarro llegó a España, la Guardia Civil le preguntó qué quería hacer, para qué llevaba esa cámara: "La traigo", respondió, "porque he venido a fotografiar las casas de los ricos". Su modelo entonces era Falcon Crest.
Vi otras cosas antes de que la tele fuera ya una apelación persistente al luto por Rocío Jurado. Y me fijé en un detalle que no es común: Andreu Buenafuente (Antena 3) se acercó a su público con un ramo de flores. Se lo dio a una señora. Su tía. Un detalle con el que ya cerré los ojos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de junio de 2006