El tren de alta velocidad que parte a las nueve de la mañana de Hamburgo con dirección a Múnich se detiene en Würzburgo. Allí, un trasbordo igual de veloz deposita a los pocos viajeros en otra formación similar con destino final a Núremberg, una segunda etapa que esconde una sorpresa. Porque en un vagón de primera clase, mezclado entre las decenas de mexicanos que acuden a ver el debut de su selección ante Irán, viaja en silencio, como uno más, José Pékerman, el entrenador de Argentina, adelantándose a su equipo en el regreso a la concentración de Herzogenaurach para no perderse detalle del Serbia-Holanda, los otros integrantes del grupo de los albicelestes.
Apenas un hombre del servicio para vips de la FIFA, el español Luis Martínez, acompaña al hombre que todavía saborea el estreno victorioso de los suyos la noche anterior ante Costa de Marfil. Y la hora compartida se presta para un repaso pausado de lo visto hasta ahora en el Mundial: la buena impresión dejada por Ecuador; lo poco que enseñó Polonia, "que tiene que contar con más de lo que se vio"; los problemas de Inglaterra; el increíble empate de Trinidad y Tobago frente a Suecia... Y para hablar de Argentina, claro, con explicaciones para todo. Los cambios de Crespo y Saviola: "Las cosas se hacen con una idea, por un motivo, pero después no siempre se pueden concretar. Incluso un resbalón a destiempo te puede jugar en contra". El bajón del final: "Ellos acabaron con cuatro delanteros y nos apretaron bien. No dejaron que Riquelme manejara el balón". Y, por supuesto, la tan comentada ausencia de Messi: "Las cosas no son tan fáciles como se ven desde fuera. Es un chico y hay que llevarlo con calma. Nosotros no debemos ir a la velocidad que la gente o la prensa pretende porque, si algo sale mal, el único perjudicado será el pibe; y Messi todavía es eso, sólo un pibe. Hoy puede estar algo frustrado, pero mañana se le va a pasar. Está en un grupo que lo quiere y lo acepta. Todavía tiene mucho Mundial para jugar".
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Por la ventana, a casi 300 kilómetros por hora, se ven pasar pueblitos de cuento, prados exquisitamente cuidados y bosques de un verde profundo. Pero para Pékerman la mañana de domingo transcurre plácida en la soledad de un vagón de primera clase entre Würzburgo y Núremberg.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 12 de junio de 2006