Otra vez la taranta. El cante cumbre de Carmen Linares, de cuyo pueblo -Linares- puede proceder. Estilo largo, de amplio arco melódico, para interpretarla adecuadamente hay que tener un gran registro de voz y mucha capacidad. Carmen la interpretó con el solo acompañamiento de una guitarra, la de José M. León, poniendo la mirada en alto y centrándose con especial ensimismamiento, y le salió bordada. Así se canta un cante difícil como es la taranta.
En la primera parte del programa Carmen había cantado a Falla y Lorca con el acompañamiento de un cuarteto de guitarra clásica. Cuarteto suizo, que ya había estado por aquí hace años, junto a la misma Carmen en Fuenlabrada. Le hicieron un acompañamiento cuidadosísimo de la parte no flamenca del concierto, los títulos de Falla y Lorca, que ella cantó con gran sentimiento. Temas como El amor brujo, Las tres morillas o el Anda, jaleo tomaron cuerpo en su voz, al comienzo con ciertas dudas que después desaparecieron totalmente.
La mejor voz
La segunda parte del espectáculo fue la jonda, y ahí Carmen se explayó en una serie de estilos de lo más variado. La romera junto a la milonga sobre unos versos de Borges, un número ciertamente admirable, o los cantes de Triana -soleares- junto a los cantes de Lucena.
Carmen Linares dio un gran recital de cante, por muchos conceptos ejemplar. Es sin duda la mejor voz femenina de su generación, y una de las mejores en toda la historia del flamenco. Cerró por bulerías, en una larguísima secuencia pues en la misma hicieron sus solos el contrabajista, el percusionista y hasta hubo un cante de la palmera. Una vez más Carmen Linares ratificó su clase excelente, lo que el público refrendó largamente puesto en pie.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de junio de 2006