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Crónica:Alemania 2006 | Australia-Japón

Cahill salva a Australia

El media punta marca los dos primeros tantos de su país en un Mundial y derrota a Japón

Hay momentos que marcan una carrera. Tim Cahill vivió el suyo: el media punta australiano marcó un par de goles en cinco minutos, logró así los dos primeros tantos de su selección en la historia de la Copa del Mundo y, de paso, consiguió que Australia usara los diez últimos minutos de su partido para transformar su derrota ante Japón en una contundente victoria (3-1).

Ése es el resumen del partido. Su desarrollo, sin embargo, fue de todo menos alentador para Australia. Para cuando Cahill salió al campo, en la segunda parte, sólo habían pasado tres cosas y ninguna buena para sus intereses. Primera: Viduka llevaba casi una hora convertido en hombre ancla y bregando con una doble línea de defensas japoneses, todos ellos pequeños, correosos y anchos de hombros. Segunda: Japón mandaba. Tercera: Takahara, el más pequeño y ligero de los jugadores nipones, una pluma en medio de los gigantescos centrales australianos, se había lanzado como un kamikaze a por un centro y, en el camino, había logrado chocar con Schwarzer, el portero australiano.

Fue la primera foto del partido: un centro bombeado, flojo y sin peligro acabó convertido en gol. La segunda instantánea retrató a Kawaguchi, el portero japonés, que regaló el empate con otra salida suicida e innecesaria. La rúbrica del reportaje correspondió a Cahill: suyo fue el empate, el segundo gol y el premio al mejor jugador de un partido dominado durante 80 minutos por Japón, serio atrás, duro en medio y desaparecido en la delantera.

Todos, desde los japoneses a sus compañeros, esperaban a Cahill. Algunos, incluido Hiddink, el seleccionador australiano, lo hacían con ansiedad: nadie estaba seguro de si el jugador había superado la lesión de rodilla que se produjo en abril. Los médicos de su equipo, el Everton inglés, lo dudaban seriamente. El jugador no. Cahill, obsesionado con jugar, le recordaba a todo el mundo que estaba acostumbrado a superarse. Y usaba un argumento recuperado de su infancia: "Soy de una familia numerosa. Jugaba al fútbol con zapatillas de tenis porque no nos llegaba el dinero y, cuando marcaba un hat-trick, mi madre me daba cachetes porque creía que podía haber marcado cinco".

A Japón, además de Cahill, le sobró cumplir con los estereotipos. Se esperaba un grupo de esforzados trabajadores, con nervio en el centro del campo y gran seriedad táctica. Y Japón lo fue. Lo malo es que también cumplió con su otra etiqueta, esta maldita, la que dice que le falta un matador, alguien que invente en los últimos metros, un puñal que distribuya juego o marque. Justo lo que ayer le sobró a su rival: Australia tenía a Cahill.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de junio de 2006