Nadie en la universidad quiere oír hablar de excedente de profesores, a pesar de que la bajada sostenida de estudiantes en los últimos años ha llevado a que a algunas clases asistan poco más de 10 alumnos, sobre todo en algunas carreras de Humanidades y de Ciencias Básicas. El vicerrector de la Universitat de València Antonio Ariño y el decano de Economía de Alicante, Joaquín Marhuenda, consideran que el descenso de estudiantes, después de una larga etapa de masificación universitaria, no deja de tener sus vez ventajas: "Nos permite tener grupos más pequeños y por tanto mayor calidad docente", asegura Ariño. Marhuenda señala algo parecido, pero advierte de que "la ruptura entre la secundaria y la universidad", el incremento del desnivel entre ambos tramos educativos, "ha producido que la disminución de la ratio no haya producido la mejora que debería haber habido".
Sobre el terreno, la catedrática de Análisis Económico de la Universitat de València, Dulce Contreras, confirma que la caída de alumnos ha aliviado el colapso que llegó a registrarse en las aulas a finales de los años 80 y parte de los 90. La facultad de Economía, la más grande de las valencianas, con unos 8.000 estudiantes, puede permitirse ahora, por ejemplo, ofrecer grupos con docencia en inglés y de tamaño reducido.
La menor carga de horas de clase es beneficiosa también para que el Personal Docente Investigador (los profesores) desarrolle más su segunda misión. No es lo mismo, en todo caso, indica uno de ellos, pertenecer a un área de conocimiento en la que pese al descenso sigue habiendo abundancia de estudiantes, y donde los docentes siguen impartiendo 22 créditos al año; que hacerlo en una de las carreras menos demandadas, donde los créditos a impartir han llegado a reducirse a 18 o 16, y por tanto ha aumentado el tiempo disponible para investigar. Un elemento, la producción investigadora, que repercute en sus retribuciones
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 20 de junio de 2006