La calidad de un filme tiene mucho que ver con sus intenciones. Apostar por el entretenimiento y conseguir divertir al espectador puede ser mucho más interesante que hacer una película sesuda y caer en el cepo de la pedantería. Algo así sucedió ayer con las dos películas que entraron en competición en Cinema Jove.
La japonesa Linda, Linda, Linda, de Nobuhiro Yamashita, es una película que sólo invita a pasar un buen rato. No lo consigue, en su mayor parte, pero no es por voluntad, sino porque va dirigida a un público -el adolescente japonés- que está lejos de la mentalidad occidental. Sin embargo, el relato de los esfuerzos de cuatro amigas por formar un grupo de rock es suficientemente honesto como para no defraudar.
El caso de Vier Fenster, de Christian Moris Müller, es el contrario. Es de esas películas en las que el realizador pretende convencer a los críticos de que se encuentran ante un genio, un futuro gurú del cine. Müller no lo logra porque sus piruetas formales terminan por desdibujar el retrato de una atípica familia germana, en el que hay pinceladas incestuosas, homenajes velados al cine de Goddard y una enfermiza obsesión por ser original. Una pena porque sus personajes daban mucho más juego.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de junio de 2006