Si los hábitos de alimentación fuesen el mercurio de nuestra sociedad, podríamos concluir que tenemos una fiebre grave y crónica. La proliferación de trastornos relacionados con la alimentación está alcanzando una importancia que es muy superior a los medios que se ponen para tratar dichas patologías.
Detrás de esos trastornos hay siempre un trasfondo relacionado con la educación, la familia, el desarrollo de la persona... y es en ese ámbito donde resulta encomiable la labor de los psicólogos y nutricionistas que, en un ámbito todavía muy reducido, luchan en equipo por enderezar conductas que llegan a tener fatales consecuencias. Es un problema que se está dejando en manos de la iniciativa particular o privada, sin embargo, creo que sería necesario un esfuerzo de los poderes públicos enorme para proporcionar apoyo psicológico y especializado, con el fin de poner coto de forma seria y eficaz a un problema creciente y muy preocupante.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 23 de junio de 2006