El martes, la selección española de fútbol sirvió de coartada para un combate televisivo-político sin precedentes. Dos cadenas generalistas en abierto (Cuatro y La Sexta), dos modelos de retransmisión (estridencia y precisión patriótica de Carlos Martínez y el desmadre incontinente de Andrés Montes) y dos plazas madrileñas (Colón y la Puerta del Sol) utilizadas como feudos para reafirmar cuotas de mercado y de influencia política. Jugaban España contra Francia pero, al mismo tiempo, también lo hacían Cuatro contra La Sexta (o viceversa) y PRISA contra Esperanza Aguirre (o viceversa). Tras escuchar el himno de España, Poli Rincón dijo en la SER: "El que no sienta eso, que se muera", expandiendo así el patrioterismo cuartelero y la intimidación excluyente que tanto daño le hacen a la posibilidad de vivir en una España civilizada. La escenografía incluyó comentaristas con camisetas de la selección (desmintiendo rigores profesionales y cualquier aproximación ecuánime), mucha retórica del vello de punta, confusiones entre la virtud de retransmitir la emoción y el vicio de transformarla en histeria y, para desengrasar, el sano relativismo cachondo representado por Rafa Gordillo (La Sexta) o el subrayado oportuno de un Maradona que, diga lo que diga, está avalado por su pasado (en otros partidos, el punto justo de comentario periodístico parece haberlo encontrado Canal + con las charlas y reportajes que modera Michael Robinson). La dosis de emoción del martes, brutalmente excesiva, certificó los peligros de crear expectativas artificiales. Con tanta previa, tanto griterío hincha, tantas afonías chusqueras, uno llega a los partidos extenuado, con las fuerzas justas para descubrir que, tras la derrota, el "A por ellos" triunfalista se transforma en "Fue bonito mientras duró". ¿La imagen del partido? El jovencísimo Cesc llorando tras la derrota, uno de los pocos jugadores que todavía no ha conseguido que sus compatriotas -comentaristas incluidos- sepan pronunciar correctamente su nombre.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de junio de 2006