Gabina Gómez está enferma hace 40 años del corazón y tiene 56. Ella se sabe prisionera de las revisiones médicas permanentes, pero es también su manera de comprobar que todo está en orden.
El pasado mes de marzo fue al cardiólogo en el hospital Gregorio Marañón para su control anual. Allí, el médico pidió que le hicieran un ecocardiograma. "Es una prueba que me hace todos los años. Tengo dos válvulas mecánicas y a través de ese control sé cómo me funcionan. Tras la intervención me quedé con un poco de insuficiencia", explica.
Pero este año todo será diferente. "Hasta ahora tardaban cuatro o cinco meses en hacerme el ecocardiograma, pero cuando el 1 de marzo fui a pedir que me hicieran la prueba, me dieron hora para el 21 de marzo de 2007. Es decir, esta vez estaré dos años sin que me miren cómo funciona mi corazón", cuenta. "Acudí al departamento de atención al paciente, pero dijeron que no me podían ayudar. Tengo hora para finales de octubre con mi cardiólogo pero iré sin la prueba, así que tendré que pedir una nueva consulta en 2007. Espero que hasta entonces todo vaya bien. Le debo la vida a la Seguridad Social, pero el colapso de las listas de espera diagnósticas denota que algo no funciona, que faltan medios".
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de julio de 2006