"Enhorabuena, presidente. Estamos contigo". Con estas palabras Luis Gómez Montejano cedió ayer el testigo a Ramón Calderón al frente del Real Madrid. La toma de posesión del nuevo máximo mandatario del club blanco tuvo como escenario el palco de honor del estadio Santiago Bernabéu. Allí, una veintena de cámaras, decenas de periodistas y allegados del nuevo dirigente fueron testigos del traspaso de poderes.
Bajo un sol de justicia y con el césped del coliseo madridista a sus espaldas, Gómez Montejano fue recitando uno a uno, como si de una alineación se tratara, los nombres de los nuevos integrantes de la junta directiva del Madrid. A cada nombre, un aplauso. La reunión tuvo más de baño de multitudes que de acto protocolario.
El nuevo presidente subió al atril con paso firme y porte confiado. Ni el escenario ni el contexto parecían serle extraños.Alentado, casi jaleado por su gente de confianza, comenzó su alocución dedicando unas palabras a Alfredo di Stéfano, el presidente de honor del club, quien hoy precisamente cumple 80 años y por el que, según Calderón, "no pasa el tiempo".
Calderón mantuvo un tono conciliador durante toda la intervención. "Hoy, más que nunca, el Madrid necesita estar unido", dijo.
Su discurso estuvo trufado de agradecimientos. A los socios, a las peñas, a los empleados del club, a los veteranos, a los jugadores y los técnicos... No pareció dejarse a nadie en el tintero.
Mientras tanto, la plana mayor del madridismo observaba desde sus asientos. Pedja Mijatovic y Emilio Butragueño se saludaban, cordiales, en lo que parecía ser un traspaso de poderes paralelo al frente de la dirección deportiva.
Transcurridos veinte minutos, Calderón puso fin al acto. El calor así lo aconsejaba: "Termino porque la temperatura no es la más agradable". La audiencia se lo agradeció. Pero antes se hizo la tradicional foto de familia con la nueva junta y pronunció una frase lapidaria: "Si nos dejan trabajar, no defraudaremos".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de julio de 2006