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Crítica:

Rostros marcados

El equipo canario PSJM presenta una propuesta sobre los mecanismos de control del sistema capitalista ayudándose de unas marcas creadas por ellos.

Las contradicciones inherentes al arte con vocación de interferencia política constituyen uno de los más apasionantes objetos de reflexión sobre la cultura contemporánea, pero son también fuente de polémica entre quienes, militantes de un arte que proclama su compromiso público, tildan a los que trabajan con soportes como la pintura de perpetuar la falacia del arte por el arte para fabricar lujosas mercancías, y quienes, con una confianza ciega en la autonomía del arte y su poder antagónico, despachan como hueca retórica agit-prop todo atisbo de magreo entre arte y política. Pero la realidad no se deja encerrar en marcos de referencia tan simples. Vienen estas consideraciones a cuento de la exposición Marcas ocultas, del equipo PSJM, un proyecto sobre los mecanismos de control del capitalismo global mediante los retratos de cuatro tiburones financieros y otras tantas marcas creadas ex profeso que comunican los resortes de un sistema con una formidable capacidad de reinventarse y de introducir su lógica en esferas que, como el arte, le eran ajenas.

PSJM

'Marcas ocultas'

Galería Saro León

Villavicencio, 16. Las Palmas de Gran Canaria

Hasta el 28 de julio

"Protestar es inútil", decía al oído del espectador una de las azafatas que participaron en la performance inaugural de la muestra. Un gesto paródico, pues el cinismo no es santo y seña de PSJM, que asume que no existen posiciones exteriores al capital sin por ello renunciar a criticarlo y que entiende que, junto a los dispositivos de difusión de imágenes, como el cine o Internet, la galería es un lugar de negocio pero también una posibilidad de negación, un espacio idóneo, pues, para hacer visibles las tensiones de la cultura contemporánea.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de julio de 2006