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CARTAS AL DIRECTOR

Vergüenza de ser europeo

El sueño de una Unión Europea fuerte, resquebrajado por las negativas de Francia y Holanda en el referéndum del proyecto constitucional, se hunde en un mar de dudas cada vez que Estados Unidos toma una decisión (simbólica o no, de acción o de actitud) en política exterior, especialmente en el marco del Próximo Oriente. Bush, hijo, decide Guantánamo, vuelos con torturas, cárceles infames, mujeres y niños muertos como daños colaterales de una guerra sin fin, y Europa asiente entre algún silbido de la intelligentsia.

Israel cerca Líbano, EE UU apoya el ataque y Europa + organismos internacionales se esconden con el rabo entre las piernas. Sólo Irán concede la importancia que merece al conflicto que se avecina entre una Siria acechada y un Irak destrozado. Ahmadineyad, una amenaza militar para Occidente tan grande como lo es Bush para los países árabes, está preparado para combatir en Siria si Israel persiste en tomar por la fuerza cualquier territorio colindante que le venga en gana. EE UU exclama chitón y aquí no ha pasado nada, porque ya resolverán ellos todos los problemas que generan.

La gente muere por doquier, muchos pierden sus hogares de toda la vida mientras Europa se concentra en el modo más cortés para negar la entrada (¡legítima!) a unos africanos desesperados. Y en Turquía, un país que pretende entrar en la Unión (¿Unión?), se obliga a las adolescentes a suicidarse por algo tan ingenuo como el amor. Por eso, hoy, me asola el sentimiento de la vergüenza. Vergüenza de ser europeo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 15 de julio de 2006