Aprobado el "Proyecto de ley por el que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil o la dictadura" y leído en su periódico el resumen relativo al artículo 19, específico del Valle de los Caídos, compruebo, consternado y, a la vez, con indignación, que se cambiarán los estatutos de la fundación que rige el centro, para que lo convierta en un lugar "para honrar la memoria de todas las personas fallecidas en la Guerra Civil" y no sólo las de un bando. Pero ¡qué desatino y crueldad son éstos!, de querer honrar la memoria de los republicanos asesinados por los sicarios franquistas en un lugar de tan funesto recuerdo. Soy hijo de una de las siete personas de Pajares de Adaja (Ávila), fusiladas en la cuneta de Aldeaseca (Ávila), el 20 de agosto de 1936 y arrojados sus cadáveres a un pozo seco cercano. Pues bien, el 1 de marzo de 1959, a instancias gubernamentales, sin el consentimiento de los familiares de los asesinados, fueron extraídos los restos humanos de las siete personas y el 23 de marzo, una semana antes de la inauguración del monumento, enterraron los restos, en caja colectiva, procedentes de Aldeaseca, todos sin identificar. El grupo de familiares afectados de Pajares de Adaja, queremos recuperar y disponer de dichos restos, depositados en la cripta derecha, piso 1º de la Basílica del Valle de los Caídos, detrás de la Capilla del Sepulcro, para inhumarlos en el cementerio de Pajares de Adaja, dentro de un monumento, éste sí, nuestro, que ya les tenemos hecho y donde, aquí sí, les vamos a honrar como se merecen y en el lugar adecuado, su pueblo, de donde nunca debieron sacarles y matarles, por defender sus ideas democráticas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 1 de agosto de 2006