El presidente de Líbano, Fuad Siniora, se dirigió el pasado domingo, tras la matanza de Qana, a los libaneses. Parece que calificó a los israelíes de "criminales de guerra" y que agradeció a Hezbolá sus esfuerzos para contener la invasión (EL PAÍS, 31 de julio de 2006). Se trata del presidente democráticamente elegido de un país que es a menudo puesto como ejemplo de democracia en Oriente Próximo, nada sospechoso de simpatías hacia el terrorismo internacional ni hacia el eje del mal, quienquiera que lo forme. ¿Cabe mayor certificación del fracaso de la política de EE UU y de Israel que esta declaración, que, dadas las circunstancias, hay que juzgar sincera?
Si alguien esperaba que el terrorismo de Estado practicado por Israel iba a generar (o ampliar, si es que existía) el divorcio entre la gente y las instituciones de Líbano y Hezbolá, se ha equivocado de medio a medio. Las matanzas perpetradas por Israel en Líbano no sólo son moralmente execrables, además son políticamente inútiles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de agosto de 2006