Al ver día a día la continua llegada de cayucos a las costas canarias, las preguntas que uno se hace son ¿dónde están las ayudas para estos pueblos?, ¿dónde están los proyectos de la comunidad internacional para el desarrollo?
Tristemente, el mundo ha perdido el rumbo y el sentido de la vida, olvidándose de que todos nacemos ricos o pobres, y al final morimos pobres o ricos, y el resultado vital es que todos los humanos somos iguales.
Nos preocupamos únicamente de tener y poseer, nos preocupamos por las tasas de crecimiento económico y por vivir abocados a un frenesí consumista, sin compromisos hacia los que en esencia padecen los efectos de este mundo de resultados macroeconómicos.
Ahora que rememoramos nuestra historia más reciente, nos olvidamos de quiénes somos realmente, de aquellos pueblos que nos recibieron y a los cuales ayudamos con nuestro esfuerzo a salir adelante, y hoy hipócritamente olvidamos. Al igual que muchos de los países que colonizaron África y que hoy actúan como Pilatos, en su mundo de confort, ajenos a cualquier compromiso para que esta pobre gente tenga en sus países de origen una vida digna y una esperanza para sus hijos, hoy lanzados al mar, recorriendo quizá su último camino a la esperanza.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 5 de agosto de 2006