Llevo algunos días atormentado al contemplar la portada donde, desgraciadamente y una vez más, no importa el lugar, el cuerpo de un menor yace en brazos de un padre sin consuelo.
Las guerras, nutridas del odio, la incomprensión y la supina ilógica humana, no entienden de edades, pero se ceban siempre con los más desfavorecidos, los menores.
Espero no ser el único que ante esta imagen no encuentra respuesta a muchas preguntas. Tratemos y recemos todos por evitarlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 7 de agosto de 2006