El artículo de Federico Mayor Zaragoza En nombre de los niños muertos (EL PAÍS, 7 de agosto), que trata de la guerra en Oriente Próximo, no es una mera publicación, es todo un manifiesto contra "la locura de la guerra".
Es comprensible la insensibilidad de los que organizan la guerra cuando todo el mundo sabe que son ellos los que se quedan observando, si no preparando, desde sus oficiales oficinas, el siguiente capítulo de destrucción. "Ellos", que están tan muertos como las víctimas que generan, no pueden seguir ahí más tiempo mientras queden vivos capaces de transformar en diálogo y respeto la violencia que otros promueven.
Quienes defienden con las armas los intereses de unos pocos en el falso nombre de una colectividad mayor son zombies que ya no pertenecen a este mundo, aunque siguen en él. Ya no sienten, pero actúan peligrosamente. Como afirmaba Mayor Zaragoza: "La inmensa mayoría de los palestinos y de los israelíes desean vivir en paz. Una sola condición: que todos los seres humanos valgan lo mismo".
No queda más remedio que invocar, sin que suene a cuento, al flautista que lleve a los zombies hacia el valle sin retorno. Y aunque los niños muertos ya no volverán, en su nombre sí que podemos nosotros conseguir que los que todavía viven aprendan a hablar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 14 de agosto de 2006