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EL VIAJERO INCANSABLE

Nuestro hombre en la fortaleza

Castellar de la Frontera, Castellar Viejo, Castellar o Castillo del Castellar. Bienvenidos a este pueblo gaditano, como quiera que se llame. En los mapas y en las guías de viajes recibe todos esos nombres, pero cada uno lo mienta como le viene en gana. Así que lo mejor es pasar de eso y concluir lo obvio, que allá en lo alto hay eso, un castillo. Bien, pues en esta fortaleza levantada por los moros en el siglo XIII vive toda la Unión Europea, unos artistas que pintan y hacen joyas y la futura nieta de un ex presidente del Gobierno.

Si pasas por el castillo

saluda a Herman de mi parte. Lo reconocerás por sus ojos claros, su cara marcada por las arrugas, una vena hinchada por la diálisis en el brazo izquierdo y un extraño acento, mezcla de alemán y andaluz del Campo de Gibraltar. A veces lleva una camiseta con el lema Triana, República Independiente, pero no te preocupes, es de fiar. Él te puede contar todo sobre la fortaleza. Te lo tendrían que contar en el Punto de Información que instaló el Ayuntamiento junto al castillo, pero es que siempre está cerrado. Así que recurre a él. Igual lo pillas ocupado, sacando miel de las colmenas que tiene en su casa, o haciendo vino. Si no te abre la puerta, quizás esté relajándose en el baño turco que él mismo construyó. Pero, si tienes suerte, te hablará de por qué un castillo nazarí del siglo XIII fue abandonado a su suerte por las autoridades. Quizá comience por el principio, aunque a él le van más las notas a pie de página. Tú escúchale y no le preguntes demasiado, que ya te soltará él todas las respuestas. Y dale tiempo, que lleva 30 años en la provincia de Cádiz y algo de su germanidad se ha ido a tomar viento.

Te contará que el castillo fue levantado por los moros, unos siglos después de que decidieran quedarse por aquí, y que lo colocaron en lo alto del cerro para divisar los ríos, los bosques de las laderas, el Estrecho y el peñón de Gibraltar. En una gresca con los cristianos, los moros perdieron la fortaleza. Los Reyes Beatos se la dieron a unos marqueses, luego pasó a manos de unos duques y luego a las de otros. Y así nos colamos en nuestros días. Sí, ya sé que lo he despachado en dos patadas. Herman se extenderá un poco más. Te dirá que los habitantes del pueblo que había en el interior de la fortaleza decidieron que eso de vivir entre torres y almenas, con esa piedra tan fría, todo el día cuesta arriba y cuesta abajo, no molaba. Así que abandonaron el castillo y se fueron unos kilómetros más abajo, donde fundaron el nuevo pueblo.

Herman te contará que luego llegaron ellos. Y que como no había nadie ocuparon el castillo. Eran los setenta y muchos hippies encontraron en la fortaleza un lugar estupendo para apartarse del mundo o para interesarse por él. Vinieron de todas partes, de Alemania, de Irlanda, de Holanda, de todos los lugares de Europa, y por eso ahora ves por allí niños alemanes que cecean. Por la zona vive también el hijo de un ex presidente del Gobierno que ahora va a tener una niña. Su cuñada hace joyas con vidrio, como el ex presidente, que es hijo adoptivo de la zona y también hace joyas.

En fin, que luego te explicará que el Campo de Gibraltar está peor que Marbella, que el Ayuntamiento les considera extranjeros y que él lleva tanto tiempo viviendo allí que se considera parte del pueblo y del castillo. Lo es. Si pasas por la fortaleza y quieres saber más, no te enredes, pregúntale a él y, de paso, invítale a una caña de mi parte.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 17 de agosto de 2006