Mal sin paliativos la corrida de Victorino Martín. Pero no por culpa del azar o de la imposibilidad de conocer al cien por cien qué tienen los toros dentro de sí. Mas parece falta de rigor a la hora de seleccionar en origen. Si el prestigio ganado en muchos años de esfuerzo se merece una enorme admiración, no por eso el ganadero de Galapagar puede arrogarse el derecho de marcar y poner su nombre a todo aquello que tenga cuatro patas y cuernos que se mueva por las dehesas de España y América.
Los toros de ayer fueron la antítesis de lo que conocemos como victorinos. Los tres primeros no tenían fuerza ni calidad alguna. El cuarto no humillaba, se acostaba por el pitón izquierdo. El quinto fue un toro mirón, que recortaba. El sexto, manso en varas, gazapón, vulgar y sin calidad; por el pitón derecho hubiera servido, pero para ello haría falta que estuviera delante otro torero que no fuera el colombiano Luis Bolívar, quien lo toreó con la muleta muy atrasada.
Victorino / Padilla, Cid, Bolívar
Toros de Victorino Martín, bien presentados, un fiasco de corrida. Juan José Padilla: silencio y vuelta. El Cid: silencio, con dos avisos, y pitos. Luis Bolívar: pitos y silencio. Plaza de Vista Alegre, 22 de agosto. 4ª de feria. Tres cuartos de entrada largos.
Victorino no puede ir por el mundo denunciando a otros ganaderos, aduciendo que están acabando con la Fiesta porque presentan toros faltos de fuerza, fiereza y bravura. Ayer Victorino debería airear a los cuatro vientos un sonoro y contundente mea culpa.
A los tres diestros se les puede encajar muy bien en el adagio retratista siguiente: "Los toreros mediocres, necesitan toros mediocres". Padilla, fuera de prender algunos pares aceptables, sus faenas de muleta sonaban a nada, tal una flauta sin agujeros. El Cid en su primero tiró de engañifa, dejando en su cuenta demasiados medios pases. En el quinto, un toro con cierto peligro, no quiso saber nada. Con el acero estuvo hecho un matarife. Luis Bolívar patentizó su falta de oficio. Toreó, como ya hemos dicho, con la muleta muy retrasada. Los enganchones se sucedieron en una y otra faena. El pitón derecho del sexto hubiera servido si se cruza con él. Es verdad que tampoco la calidad del toro era como para tiras cohetes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de agosto de 2006