Cuando al imberbe David Silva -zurdo, fino, pequeño- le propuso el Valencia ir cedido al Éibar, lo primero que le vino a la cabeza fue: "Patadas a seguir y brincos con el portero". Al poco, sin embargo, le hablaron del entrenador, José Luis Mendilibar, y de su gusto por el buen fútbol. Silva se incorporó a Ipurua un día antes de empezar la Liga de Segunda. El Éibar estuvo a punto de subir a Primera y Silva, que tenía 18 años, fue protagonista desde el primer hasta el último día. "En el Éibar se formó como futbolista", explica Iñaki Sáez, seleccionador suyo en distintas categorías con España. "Para él, supuso encontrarse con un nuevo concepto de equipo que peleaba todo el partido. Lo reforzó físicamente", añade Sáez, que también considera clave el paso del chico por el Celta el curso pasado.
"Allí lo utilizaron en todo el centro del campo: de media punta, por la izquierda y por la derecha". Por la derecha, jugó el martes ante el Salzburgo y se cargó el Valencia a la espalda para entrar en la Champions (3-0) tras dos años de ausencia. Pese a la victoria, el club de Mestalla no fumó ayer la pipa de la paz sino que tanto su presidente, Juan Soler, como su director deportivo, Amedeo Carboni, reprendieron al entrenador, Quique Flores, por las declaraciones de éste en las que manifestaba sus desavenencias con los dirigentes. Tirón de orejas público para el entrenador, que aguanta, de momento, y disfruta del brillo de Silva.
"Es ideal para enlazar con el centro del campo y para meter pases de gol", prosigue Sáez en su análisis del mediocampista canario, de 20 años. "La marcha de Aimar al Zaragoza le abre las puertas. No le veo techo. Es trabajador, ve el fútbol bien y golea. Se asombraría la gente de los muchos goles de cabeza que ha marcado pese a ser pequeño. No estaba desarrollado físicamente, pero siempre fue un adelantado. Lo pusimos siempre en una categoría superior a la que le correspondía por edad".
La carrera de Silva, sin embargo, arrastró un estigma permanente: su físico. Ahora, su padre habla de "la calidad canaria y el trabajo peninsular" como de la pócima mágica. "Tiene personalidad", dice Arrigo Sacchi, que trató de ficharlo para el Parma hace dos años, cuando acudió a ver a Albiol en el Europeo sub 19 y quedó prendado de Silva. Lo tenía firmado, pero se rompió el acuerdo a última hora por la intervención judicial del club italiano. Silva no deja indiferente a nadie. Tampoco a Fernando Vázquez, técnico del Celta, quien, tras enfrentarse al Éibar hace dos campañas, hizo una promesa: "Si ascendemos, el primer fichaje debe ser éste". Lo fue.
Cuando Silva fichó por el Valencia, su padre consiguió un trabajo como jefe de seguridad de la Ciudad Deportiva de Paterna. Y ahí sigue. Viendo de cerca el despegue de su hijo. Y augurando: "No está haciendo nada que no hiciera en el Éibar o el Celta. La diferencia es que aquí todo tiene mucha más repercusión".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de agosto de 2006