La semana pasada viajé a León en talgo. Mientras esperaba en la estación pasaron ante mis ojos trenes nuevecitos y rápidos con destino Madrid, Valencia y Europa, y yo, con casi diez horas de trayecto, tuve que conformarme con viajar exactamente en el mismo tren que viajaban mis abuelos; un tren incómodo, estropeado, viejo y con un fuerte traqueteo. ¡Y encima pretenden que les demos las gracias! Porque en verano viaja mucha gente en la línea norte (Asturias y Galicia) y hay verdaderas tortas para encontrar asiento, porque tampoco hay trenes de refuerzo. Por eso, el accidente de Villada no me ha sorprendido en absoluto. Sea por el exceso de velocidad o sea por la causa que fuere, esto ya se veía venir.
¿En el norte somos ciudadanos de clase turista? Verdaderamente, nos sentimos incomunicados y agraviados, y si realmente seguimos utilizando el tren es porque no en todos los pueblos y ciudades existen aeropuertos y líneas de autocares.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de agosto de 2006