Mi abuelo Epifanio fue fusilado en Santander. Crecí creyendo que mi abuelo, marinero de profesión, se había ahogado en la mar, una heroicidad a los ojos infantiles. Pero cuando realmente pensé en mi abuelo como un héroe fue cuando en España se empezó a hablar de libertad, democracia.
Descubrí el verdadero motivo de su muerte y comencé a pensar en todo lo ocurrido en la familia. Mi abuela Ana crió a sus seis hijos bajo las miradas del entorno represivo que la veía como "la viuda de un rojo". Ella fue digna de admiración y, sin embargo, murió sin reclamar nada.
Uno de sus hijos es mi padre, a quien nunca sabré cómo agradecer las ideas que me ha inculcado: de él he aprendido a pensar y vivir en libertad, y él me enseña, con su ejemplo de vida, que el respeto al ser humano está por encima de cualquier otro ideal. Ésta es la herencia que hemos recibido de mi abuelo, ¿qué más memoria histórica necesito?
Leo que se ha paralizado una exhumación en Cuenca por falta de fondos públicos y me pregunto si los que, como mi abuelo, murieron por unos ideales verían con buenos ojos que gastemos los recursos en desenterrar huesos antiguos en lugar de pensar en el futuro destinando esos mismos recursos y esfuerzos a mejorar la educación, la sanidad o la cultura, por ejemplo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 30 de agosto de 2006