A mediados del año 1989 se procedió a la dispersión de los internos pertenecientes a ETA, que hasta entonces se concentraban en dos prisiones: Alcalá y Herrera. La decisión política era arriesgada, pero inevitable, los presos se habían convertido en el elemento aglutinante del entorno social etarra, las gestoras proamnistía y Salhaketa organizaban las visitas de los familiares a los centros penitenciarios, la concentración permitía establecer un control férreo por parte de la organización sobre los presos y su entorno social más inmediato.
Lejos del grupo de militancia los internos ganaban en iniciativa individual y recuperaban espacios de autonomía personal que antes no tenían, podían acceder a los beneficios penitenciarios y gozar del apoyo familiar individual y directo. Por estos procedimientos de normalización se ha ido produciendo la libertad y la integración social de muchos presos etarras, sin mayor dificultad, ni escándalo, desde entonces y también ahora.
Los dos partidos que se sucedieron en el Gobierno, nos pidieron comprensión y apoyo a los trabajadores del servicio público penitenciario, puesto que hubo varios atentados mortales contra miembros de nuestro colectivo, y el secuestro más largo perpetrado por ETA fue el de un trabajador de prisiones. Entendimos los penitenciarios, y la sociedad en general, que ésta era la política propia de un Estado democrático y de derecho. Podemos entender ahora la propuesta de J. J. Imaz, cuando pide el acercamiento indiscriminado de los presos vascos a Euskadi. Pero nadie debería poner en cuestión una actuación administrativa tan consolidada; se ha comprobado la efectividad del cumplimiento de las leyes Penal y Penitenciaria como herramientas adecuadas para la reinserción social de los penados, por muy aberrantes que hayan sido los delitos que cometieron.
Por justicia y equidad para los "otros" presos, el tratamiento penitenciario individualizado debería ser el único criterio de acercamiento de cualquier condenado a su entorno social, sea cual sea su delito.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de septiembre de 2006