DESDE QUE Antonio Muñoz Molina (Úbeda, Jaén, 1956) se consagrara en 1987 con su segunda novela, El invierno en Lisboa, el escritor no ha dejado de demostrar, una y otra vez, su talento para facetas muy diversas de la literatura. Con aquella novela, llena de ambientaciones musicales y artísticas, dos de las pasiones del escritor, Muñoz Molina logró con apenas 31 años el Premio Nacional de Literatura y el de la Crítica. En las últimas dos décadas no ha dejado de cosechar reconocimientos y galardones, incluida su elección como miembro de la Real Academia Española en 1995. En paralelo a las distinciones de universidades y de instituciones, Muñoz Molina ha sido y es uno de los escritores españoles que goza del respaldo de un público masivo y fiel que espera con ansiedad la publicación de sus libros.
Unas obras que han compaginado diversos géneros que van desde la novela y los cuentos al periodismo pasando por sus recuerdos del servicio militar o sus visiones de una ciudad tan compleja y fascinante como Nueva York. A pesar de la variedad de registros que abarcan libros como Beltenebros, El jinete polaco, Nada del otro mundo, Plenilunio, Sefarad o Ventanas de Manhattan, Muñoz Molina ha cultivado una literatura atenta al compromiso con su tiempo y a la evocación del pasado inmediato, de esa historia reciente de la que venimos.
Y al margen de la literatura propiamente dicha, el escritor ha mostrado su implicación social en multitud de artículos -muchos de ellos publicados en este diario- y en el ejercicio de cargos culturales como la dirección del Instituto Cervantes, de Nueva York, durante los últimos dos años.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de septiembre de 2006